Hace cinco años, el 15 de noviembre de 2003, a los noventa de edad, murió Antonio Tormo. Había nacido en una de las casitas de la Bodega Giol ubicada en el Departamento Maipú (Mendoza). Tres meses antes su padre fallece de tifus y su madre luego se casará con su cuñado. Ambos eran inmigrantes valencianos. Antonio canta en un conjunto mientras trabaja desde la más temprana edad en bodegas de San Juan y Mendoza. Llegan a Buenos Aires luego de un viaje de varios días en tres camiones que transportaban vino. Debutan en Radio El Mundo y logran un contrato exclusivo por un año con cigarrillos Caravana, formando el “Fogón de los Arrieros”, donde además de cantar, realizaban una especie de radioteatro en los que Buenaventura Luna escribía los libretos. Al terminar el contrato Tormo regresa a San Juan e instala un taller donde arregla bicicletas, decidido a abandonar el canto.
En 1945 se casa con Elena Casella en la Iglesia de la Virgen de los Desamparados, destruida por el terremoto y seguidamente obtiene un contrato para actuar como solista en Radio Aconcagua de Mendoza. El éxito fue tal que era necesario colocar policías en la entrada de la radio pues la gente, que pugnaba por entrar, rompía los vidrios de la emisora. Tormo decide viajar nuevamente a Buenos Aires, y lo hace acompañado por los guitarristas de Radio Aconcagua: Tito Francia, Santiago Berti, Aurelio y Martín Ochoa. Se presenta en Radio Splendid y luego en Radio Belgrano. Por entonces, desde Colombia piden grabaciones de voces argentinas y entre tantas otras va la de Tormo. Como respuesta, llega una carta desde Medellín que dice: “Gardel hay uno sólo. No nos interesan los imitadores. Queremos discos del ‘Gran Tormo’”.
Las versiones de “El cantor de las cosas nuestras” comienzan a venderse de manera extraordinaria en Colombia y en Argentina. La RCA Víctor le graba “Los ejes de mi carreta” y “Amémonos”, que sobrepasan el millón de unidades vendidas y se convierte en el “boom” de Tormo y sus actuaciones radiales -ya por entonces en horarios centrales- en concentración de multitudes: la gente formaba colas de cuadras para verlo y oírlo cantar. Sus discos alcanzan también gran difusión en Montevideo. Es convocado a actuar en el café llamado “Madrid” y la repercusión es tan notable, que el público colma totalmente la capacidad de la sala y cubre, inclusive, el espacio de la calle. Debuta en Radio Carve de Montevideo, en horarios centrales y al mismo tiempo se presenta en la confitería “Ateneo”, con un éxito extraordinario de público.
En 1949 Chile lo reclama con un contrato fabuloso, se realiza una propaganda como nunca se ha hecho: tranvías con su fotografía en gran tamaño recorren la ciudad capital. Es recibido en el país hermano como un verdadero ídolo y durante un mes su nombre es centro de todos los comentarios, llegando a encabezar la venta de discos. Retorna a Argentina para cumplir un contrato pendiente con Radio El Mundo.
Al año siguiente estrena y graba “El Rancho ‘e la Cambicha” (puede escucharse accediendo a su biografía en http://www.antoniotormo.com.ar/), que se transformaría en el disco más vendido de la historia argentina, alcanzando una cifra total de cinco millones de copias.
Realiza una gira por el interior del país y visita distintos países latinoamericanos.
Cuando se produce el golpe militar de 1955 que derroca a Perón, Antonio Tormo estaba en la cumbre de su éxito y, por cargar con la culpa de ser demasiado popular, fue abruptamente silenciado. Sin embargo, su público, a pesar de la falta de difusión, exigía las versiones de sus temas más exitosos con tal insistencia que los empresarios, que habían destruido las matrices de sus discos, tuvieron que recurrir a la colección particular del ídolo para reponerlas.
Durante casi medio siglo hasta su muerte y en razón de los vaivenes de la política, Antonio Tormo resurgió y desapareció de los medios de difusión y de los escenarios.Tormo fue todo un ejemplo en la vida y en el arte. Cuando podría haber descansado sobre el prestigio ya obtenido, siguió estudiando y tomando lecciones de técnica vocal con el fin de mantener inalterable la calidad de su voz. También y gracias a la práctica de deportes en su juventud tuvo muy buen estado físico.
Comentarios de distintos autores respaldan la afirmación de que Tormo ha sido el inventor del folklore de masas y el comunicador de los provincianos “cabecitas negras”:
…”Entonces tenía algo que decirnos a todos nosotros, por eso lo llamaron ‘El cantor de las cosas nuestras’. [...] La voz del poeta fue en la ocasión la voz del pueblo que creció a la par de Antonio y clavaba el dial en radio Belgrano para escuchar esa campana terrestre que se llamaba Antonio Tormo, de oficio tonelero, hombre de trabajo pesado al que un día allá en los valles se le instaló el sueño del canto y comenzó a cantar entre la gente y fue la gente la que hizo un tormo. Porque Tormo es un amasijo popular, una escultura hecha por su propio pueblo al que respondió sin dar jamás un paso atrás. Cantó todo lo que tenía que cantar. Cantó al niño desvalido, cantó a los pobres, cantó a la alegría de los vinos jocundos de nuestros valles, cantó al amor y cómo… [...] A los cabecitas… nos decían también ‘veinte y veinte’, porque cuando estalló Tormo habían puesto en los boliches las máquinas de discos con monedas y los gallegos decían que íbamos a poner ‘veinte pa’ la pizza y veinte pa’ Tormo’” [Armando Tejada Gómez. 1991].
EXTRAIDO DE: http://www.agendadereflexion.com.ar/2008/11/15/482-antonio-tormo/
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