miércoles, 13 de octubre de 2010

Reconocer el lugar exacto del horror

Inspección en el predio donde funcionó el centro clandestino El Campito, en Campo de Mayo
El EAAF logró determinar la estructura y ubicación exacta de dos quinchos, dos galpones grandes, dos piletas y la maternidad clandestina que allí funcionó. Buscarán restos óseos en un área de 350 por 320 metros.
Por Adrián Pérez

El Campito fue señalizado días atrás por el EAAF y ayer, por primera vez, se organizó una visita al lugar. Imagen: Rafael Yohai


Sin duda, el testimonio de Juan Carlos “Cacho” Scarpati fue vital para determinar su ubicación en el gigantesco predio militar de Campo de Mayo. Después de un allanamiento ordenado por el Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional Nº 2 de San Martín, a cargo de Juan Manuel Yalj, El Campito, uno de los mayores centros clandestinos que existió en Argentina durante el terrorismo de Estado fue señalizado días atrás por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Ayer, por primera vez, se organizó una visita al lugar. Si bien aún no se encontraron restos óseos humanos, Marcelo Castillo y Juan Nóbile, miembros del EAAF, lograron determinar su estructura y la ubicación exacta de dos quinchos, dos galpones grandes, dos piletas y una maternidad clandestina que allí funcionaron.
En función de los testimonios que señalan posibles lugares de inhumación de cuerpos, con la primera etapa de excavación finalizada –que comenzó el 14 de septiembre y demandó ocho jornadas–, comenzará el trabajo de búsqueda de restos humanos en un área de 350 por 320 metros. “La idea es cercar el perímetro para hacer el trabajo de manera más controlada, en términos de la superficie que tiene el predio”, destacó Castillo. Hasta el momento, se excavó en una zona de 80 por 100 metros.
“Esta primera etapa no estuvo orientada estrictamente a la búsqueda de restos óseos humanos, sino que las denuncias de posibles inhumaciones están vinculadas con las estructuras, y a partir del reconocimiento de esas estructuras vamos a comenzar con la búsqueda de restos óseos”, destacó Nóbile en diálogo con Página/12. “Que pueden llegar a corresponder o no a (Mario Roberto) Santucho no es exclusivo de la búsqueda de sus restos.” La segunda etapa de búsqueda prevé un trabajo de desmonte y preparación del terreno.
En el estacionamiento del Hospital Militar de Campo de Mayo, el transporte del Ejército esperó bajo el calor del mediodía a periodistas, familiares y miembros de organizaciones de derechos humanos para trasladarlos hasta El Campito. El ómnibus se abrió paso entre la arboleda, por una calle interna del destacamento militar, hasta el polígono de tiro. Allí giró a la izquierda. Un sendero de tierra de un kilómetro y medio separaba al ómnibus del ex centro clandestino de detención. En un paraje rodeado de frondosa vegetación, a ochocientos metros de la pista de aterrizaje desde donde partían los “vuelos de la muerte” (en sus testimonios, Scarpatti reconoció que vio salir en esos vuelos entre 400 y 500 personas) y a un kilómetro y medio del polígono de tiro, esperaban el juez Yalj y sus colaboradores.
También Castillo, Nóbile y Luis Fondebrider, titular del EAAF. El predio fue delimitado, entre excavaciones y zanjas señalizadas, por las cintas blancas y rojas que se utilizan en los procedimientos judiciales. Durante una hora y media, los especialistas del equipo de antropología condujeron al contingente de treinta personas que llegó hasta El Campito y señalaron con paciencia cada punto identificado. El reconocimiento del terreno se apoyó en fotos aéreas del predio tomadas en 1974 por el Instituto Geográfico Militar, y otras de agosto de 1979, donde se observa la demolición del centro clandestino. Esa información se cruzó con el testimonio y un plano aportado por Cacho Scarpati, quien estuvo detenido en El Campito. Según el testimonio de los sobrevivientes que por allí pasaron, se estima que albergó entre tres mil y cinco mil presos políticos durante la dictadura militar. Sólo habrían sobrevivido poco más de cien.
Scarpati fue uno de esos sobrevivientes. La vida del Loco César –tal su nombre de guerra– es merecedora de una película. Detenido el 28 de abril de 1977, llegó al centro clandestino herido de nueve disparos después de tirotearse con una patota que lo emboscó en una cita fraguada. Allí estuvo secuestrado aproximadamente cinco meses hasta que, durante un traslado a otro centro clandestino, logró desarmar a uno de sus captores y se arrojó del auto donde viajaba. Luego de recuperar a su hija viajó rumbo a Brasil y posteriormente a Europa. En julio de 1979 atestiguó por primera vez, en Ginebra, ante el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. El jefe montonero falleció en agosto de 2008. Antes aportó información vital que contribuyó a la identificación de El Campito. “Este es el sitio donde es traído Cacho.” Castillo apuntó sobre uno de los pozos y señaló el lugar donde se confinaba a los detenidos. Allí los niveles de destrucción para borrar las pruebas fueron más altos. Giró para mostrar el espacio destinado a la primera maternidad clandestina, y la “veterinaria”, donde Silvia Quintela y Yoli curaron las heridas de Cacho. “Nosotros suponemos que por la condición de la tierra, las zonas más húmedas y enterradas, el nivel de demolición se produjo en la zona más alta –graficó Castillo–. Se verifica la superficie donde estuvieron apoyados los pisos del lugar y algunas líneas de cimientos donde todavía no hemos terminado de excavar.” La zona donde funcionaron los piletones es uno de los sitios que todavía no ha sido examinado, donde los represores practicaban las sesiones de tortura. “La idea es continuar con los caños hasta poder identificar todas las estructuras que nos quedan”, agregó.
Al final de la visita, Facundo Juan Scarpati, hijo de Cacho Scarpati, consideró que se está viviendo “un momento importante para todos”. “Junto con la alegría del pueblo, Argentina está recuperando un montón de cosas que hacen a su historia reciente”, concluyó.

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