Por el Ing. Gustavo Barbarán
En los últimos cinco años, los países occidentales han empezado a considerar cada vez más la reactivación de la tecnología nuclear. Varios son los motivos que llevan a esa consideración.
En primer lugar, el encarecimiento y la inseguridad en lo referido al abastecimiento de combustibles fósiles (petróleo y gas natural). En segundo lugar de importancia están, cada vez con mayor relevancia, los factores ambientales ligados al cambio climático y las emisiones de gases de efecto invernadero de las cuales los combustibles fósiles son por lejos los mayores aportantes. La falta de un reemplazo seguro de los combustibles fósiles conduce, a nivel global, a explorar todos los tipos de energías que puedan llegar a reemplazarlos. Ningún tipo de energía puede, por sí sola, reemplazar a los combustibles fósiles usados actualmente. Por ello se necesita desarrollarlos a todos.
La energía nuclear, luego de una suspensión de las actividades por más de veinte años, se está volviendo a considerar como técnica y económicamente apropiada para cubrir una parte de los requerimientos energéticos mundiales. Este “renacer” nuclear, aún incipiente, trae consigo un reforzamiento del régimen internacional de no proliferación y una nueva vuelta de tuerca del dominio tecnológico de los países centrales, amplios poseedores de la tecnología, respecto de los países que no la poseen (ver Anexo).
Argentina no escapa al contexto de la crisis energética internacional. La privatización de los recursos petroleros y gasíferos realizados en la década de los ‘90, sumado a la crisis que comenzó en 1998 y tuvo su pico en el año 2001, hizo que los recursos petroleros del país actualmente se encuentren en una situación crítica: poca exploración en busca de nuevos yacimientos, mucha producción en los yacimientos conocidos y menos de 10 años de relación reservas/producción para petróleo y gas natural. De seguir así, en 20 años estaremos importando la mitad del petróleo y el gas que se consume en el país y la mitad del gas oil y naftas.
El sistema eléctrico también se modificó en esos años. Las nuevas regulaciones del mercado eléctrico, cuando la iniciativa privada era la que marcaba el ritmo y la dirección del desarrollo, llevó a una sobreutilización de gas natural para la producción de energía eléctrica. La matriz energética en Argentina está comprometida por su excesiva dependencia de un solo combustible que comienza a escasear y cuyos costos son cada vez mayores. En aquella época, los grandes proyectos hidroeléctricos y nucleares fueron dejados de lado por un Estado que se desentendió de las actividades centrales de promoción y guía de la economía. Dentro de los próximos 20 años prácticamente se deberá duplicar el parque actual de máquinas y pasar de 25000 MW a 50000 MW de potencia instalada; por tanto la energía nuclear surge como una alternativa para cubrir parte de esas necesidades.
En el año 1994 se promulgó la Ley Nacional de la Actividad Nuclear Nº 24.804 con la clara intención de privatizar las centrales nucleares. Esa ley dividió a la antigua CNEA en tres organismos diferentes: la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN), Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NA-SA) y CNEA. La ARN es la autoridad de aplicación en todo lo referente a normativa nuclear y su creación responde a la lógica de la privatización. Una actividad tan sensible como es la nuclear debe contar con un ente regulador independiente que tenga la capacidad suficiente de control. NA-SA es la operadora de las centrales nucleares y según la ley está sujeta a privatización por parte del Poder Ejecutivo Nacional. En CNEA quedaron las actividades de investigación y desarrollo, asimismo como algunas actividades productivas que según la ley también estaban sujetas de privatización.
La privatización de las centrales nucleares no se llevó a cabo y NA-SA continua siendo una Sociedad Anónima controlada por el Estado. Actualmente NA-SA lleva adelante la finalización de la central nuclear Atucha II, hito fundamental del renacimiento nuclear en el país y de la recuperación de las capacidades nucleares argentinas. Aunque la transformación de NA-SA en una empresa privada (por más que formalmente sea de propiedad estatal) hace que prime la lógica de la maximización de beneficios. Esto, sumado a la relegación que se hizo de CNEA (actualmente en proceso de revertirse), lleva a que muchas directivas que toma NA-SA no estén en plena concordancia con los requerimientos estratégicos para el desarrollo de la industria nuclear en el país. CNEA, como organismo estatal, tiene el papel indelegable de trabajar buscando las soluciones que el Estado requiera en temas nucleares en general y nucleoeléctricos en particular. NA-SA debería actuar sólo como ejecutor de las políticas nucleoeléctricas.
El Sistema Nuclear Argentino se completa con varias empresas (todas con diferentes grados de participación accionaria de CNEA) que cierran lo que se denomina el “ciclo de combustible nuclear”. CONUAR (combustibles nucleares), FAE (aleaciones especiales) y DIOXITEK (fabricación de pastillas de UO2 -dióxido de uranio- para los combustibles nucleares) producen los diferentes componentes de los combustibles nucleares que utilizan las centrales argentinas. La empresa INVAP se dedica al desarrollo de tecnologías de avanzada con una fuerte impronta nuclear. Fue creada mediante un convenio entre CNEA y la provincia de Rio Negro y con la venta del reactor de investigación a Australia concretó la mayor venta de tecnología llave en mano realizada por una empresa Argentina.
Aún contando con la fabricación local de los combustibles, su materia prima -el mineral de uranio- se dejó de producir en el país por razones estrictamente económicas en el año 1996. Desde ese año en adelante se importan las 120 toneladas de uranio anuales necesarias para hacer funcionar a los reactores nacionales. No producir uranio en el país debilita al desarrollo de todo el sistema. Si bien se conocen reservas en el país que servirían para abastecer durante más de 50 años a las centrales nucleares estos no están en producción.
La decisión de producción de uranio nacional es estratégica, se trata nada menos que mantener el control de los recursos que promueven el desarrollo del país. El decreto reglamentario 358/97 de la ley 24.804 menciona razones de índole estrictamente económico para la decisión de producción de uranio en el país, toda una declaración política sobre qué se esperaba del sistema nuclear.
En los últimos años y en muchos lugares del país se empezó a cuestionar todo tipo de actividades productivas, en especial la minería. En algunos el reclamo se hace con una visión eco-fundamentalista, mientras que en otros ámbitos el reclamo es contra la actual Ley Nacional de Inversiones Mineras Nº 24.196, que beneficia en buena medida a las grandes inversiones, sin ningún beneficio claro para los pueblos cercanos. Estos movimientos derivaron en normas que limitan o directamente impiden la minería en varias provincias. Así, el Complejo Minero Fabril San Rafael, ubicado en la Provincia de Mendoza, continúa cerrado por falta de definición política, con leyes provinciales en contra de la minería y una sociedad fuertemente influenciada por intereses contrarios a la reapertura de la mina.
Para un desarrollo armónico y sostenido en el tiempo, es necesario incrementar el nivel de reservas con una mayor exploración y asegurar los recursos nacionales para la producción de uranio. Para ello debe asegurarse la viabilidad política, técnica, económica y ambiental de la minería del uranio. En el corto y mediano plazo, Argentina tendría asegurado el abastecimiento con la entrada en producción de San Rafael y de Cerro Solo (Provincia de Chubut). Se debería unificar, entonces, la legislación para que responda a los requerimientos de la sociedad y el país.
El dominio integral de la tecnología nuclear para fines pacíficos (energía, aplicaciones, medicina) es el objetivo central para Argentina. Así, el desarrollo de la industria nuclear fue creciendo en capacidad y complejidad a lo largo de estos casi sesenta años de historia de CNEA. La decisión de la tecnología de centrales de uranio natural con agua pesada fue una decisión estratégica y acertada para la época; permitió el continuo incremento de la participación argentina (industrial, organizativa y científica) en la construcción de las centrales nucleares Atucha I, Embalse y permite que actualmente NA-SA esté terminando Atucha II.
Si bien las centrales de uranio natural con agua pesada todavía pueden aportar mucho al desarrollo del país, Argentina está dispuesta a dar el siguiente paso. Con el manejo y la consolidación de la tecnología de enriquecimiento Argentina entra en el camino de las centrales de uranio enriquecido y agua liviana, donde se encuentra el presente y el futuro cercano de la generación nucleoeléctrica. En esa dirección Argentina diseñó un reactor innovativo inherentemente seguro, el CAREM.
Este reactor, del cual ahora se está iniciando la construcción del prototipo, es un reactor pensado para Argentina por argentinos. Incorpora mejoras que lo hacen un reactor único en el mundo, superando en seguridad mediante sistemas pasivos a todos los reactores existentes. El CAREM es un reactor considerado pequeño y mediano (en sus diferentes versiones) que se ajusta a los requerimientos del país y a los de países con pocos requerimientos energéticos y redes eléctricas débiles. Esto demuestra la ventaja que tiene el CAREM sobre los reactores que se ofrecen en el primer mundo (hechos por países del primer mundo, pensados para los requerimientos y demandas del primer mundo). El diseño del CAREM es de principios de los años ‘80, pero el desinterés de los sucesivos gobiernos retrasó su desarrollo hasta ahora.
Otro ámbito donde el papel de CNEA resulta imprescindible es en la producción y el desarrollo de tecnologías de radioisótopos. Estos se usan mayormente en la industria medicinal para terapias de diagnóstico y tratamiento. Hacer accesible a toda la población de este tipo de tecnologías en centros de medicina de avanzada, es una tarea que tampoco se puede dejar a la lógica del sector privado. El Estado debe entender en la salud de la población y asegurarle un estándar elevado.
La investigación y desarrollo en temas nucleares genera muchas líneas de trabajo en temas no nucleares. La nanotecnología, los materiales, la química, la tecnología de paneles solares y otras, son tecnologías que no podrían haber alcanzado un desarrollo tan importante en Argentina si no fuera por los equipos de investigadores y científicos que se iniciaron con temas nucleares. CNEA, siendo un organismo pequeño, es uno de los que mayor influencia tiene en la producción de conocimientos en diferentes campos de las ciencias.
Desarrollar tecnología e industrias que deriven de ellos, fortalecer al sistema productivo argentino, forman parte de la misión de esta CNEA del año 2000. Si bien la tecnología del futuro puede superar (y de hecho lo hará) a la tecnología nuclear, Argentina no podrá entenderla y menos usarla si ahora no refuerza las capacidades nucleares.
Buenos Aires, Octubre de 2009
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ANEXO: Pequeño ejemplo de vinculación entre política, dependencia y desarrollo. Crisis en el abastecimiento mundial de Molibdeno-99.
Este radioisótopo es el más usado en medicina nuclear (terapia y diagnóstico), con más del 80% de participación de un negocio que se estima en casi 4 mil millones de dólares anuales. La producción convencional de Mo-99 se realiza a partir de la irradiación de uranio enriquecido al 90%, donde por fisión, se extrae el Mo-99 con la pureza necesaria para fines medicinales. El principal productor mundial de Mo-99 es Canadá, que a raíz de problemas en sus reactores de producción de radioisótopos, detuvo la producción provocando una crisis a corto plazo en el abastecimiento de este insumo.
Lógicamente la tecnología de enriquecimiento de uranio está en manos de unos pocos países que restringen al máximo el desarrollo de este tipo de tecnologías bajo el supuesto de que son susceptibles de ser utilizadas para la fabricación de armas nucleares -así se entiende la presión internacional ejercida a Irán en los últimos meses por querer iniciar el desarrollo de tecnologías de enriquecimiento de uranio-. Estados Unidos está restringiendo cada vez más la exportación de uranio al 90%, so pretexto de la seguridad interna de ése país, aún cuando éste sea usado para la producción de Mo-99. La producción de radioisótopos en países que no posean la tecnología de enriquecimiento será cada vez más difícil.
Argentina, siempre en consecuencia con su política de desarrollo nuclear autónomo y no proliferación, desarrolló la tecnología para la producción de Mo-99 mediante uranio enriquecido al 20%. Si bien es uranio enriquecido también es provisto por Estados Unidos, no está sujeto a las políticas restrictivas que se aplican al uranio al 90%. Esto permitió a Argentina posicionarse sobre dos ejes. El primero como abastecedor a nivel regional -cuadruplicando la producción en menos de un año para abastecer a Brasil y el resto de Suramérica, que se abastecían desde Canadá- y como proveedor de esta tecnología, exportando a países como Egipto y Australia y posibilidades de exportarla a otros lugares.
Este posicionamiento hubiese sido imposible sin una política tecnológica nuclear que defienda los intereses argentinos de un desarrollo de tecnología nacional.
Extraído de: Agenda de Reflexion: http://www.agendadereflexion.com.ar
Link permanente al articulo: http://www.agendadereflexion.com.ar/2009/11/24/579-el-desarrollo-nuclear-argentino-desafios-y-oportunidades/
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