jueves, 23 de diciembre de 2010

Otro Cordobazo para Videla y Menéndez

Jorge Rafael Videla, Luciano Benjamín Menéndez y otros 21 policías y militares fueron condenados ayer por el Tribunal Oral 1 de Córdoba y deberán cumplir sus penas en la cárcel. Miles de personas se reunieron en la puerta de tribunales para celebrar.

VEINTITRES CONDENAS Y SIETE ABSOLUCIONES EN EL JUICIO POR LOS FUSILAMIENTOS DE PRESOS POLITICOS EN LA UP1 DE CORDOBA

Por Martín Notarfrancesco
Como un reloj que de tanto en tanto detiene sus agujas en ese instante preciso. Es el momento en que un tribunal lee la sentencia que condena a un violador sistemático de derechos humanos, a un terrorista de Estado, a un genocida que lo abandona, para siempre, su mejor compañera, la impunidad. Ayer las agujas del reloj de la historia asomaron por Córdoba y detuvieron su marcha a las 17.49, cuando Jaime Díaz Gavier, presidente del TOF 1, le dijo de frente a Jorge Rafael Videla que estaba condenado a la pena de prisión perpetua y que, además, la debe cumplir en una cárcel común. Luciano Benjamín Menéndez y otros 21 policías y militares también fueron encontrados culpables.

Sol de diciembre y calor mediterráneo. El día arrancó agradable. La intensidad y la temperatura fueron subiendo de la mano de un termómetro que rozó los 35 grados. Sólo faltaba la última palabra de Menéndez, que pidió cerrar la ronda. Los otros 28 imputados pudieron hacerlo el martes. A las 11 de la mañana arrancó la última audiencia del juicio. Luego de la intervención del Cachorro (ver página 4), el tribunal pasó a deliberar, anunciando que el veredicto se leería a las cinco de la tarde.

Un megajuicio
El juicio comenzó el 2 de julio y fue la primera megacausa de Córdoba. Los antecedentes locales se remontan a julio de 2008 y diciembre de 2009, cuando se condenó a Menéndez y otros siete torturadores del centro clandestino La Perla y cinco ex policías del D2, respectivamente.

El juicio que culminó ayer agrupó dos causas: los fusilamientos de 31 presos políticos de la Unidad Penitenciaria 1 –UP1– que fueron asesinados entre abril y octubre de 1976, y el expediente “Gontero”, que esclareció las torturas sufridas por cinco ex policías y el hermano de uno de ellos, el mismo año. En total, el banquillo de acusados albergó a 31 imputados (uno fue apartado por razones de salud). Fueron 63 audiencias, 110 testigos y 34 años de espera. A lo largo de estos años, la causa por el fusilamiento de los ex presos políticos se convirtió en la causa maldita. Pocos confiaban en que pudiese llegar a juicio un expediente que involucraba a la Iglesia Católica y a la misma Justicia federal, que tenía a su disposición a la mayoría de quienes resultaron acribillados.

Existe otra parte de esta causa que no ingresó en este juicio. Es justamente el tramo que involucra a los funcionarios judiciales de entonces. Jueces, fiscales, defensores oficiales y secretarios que permitieron, con acciones y omisiones, que todo suceda. El trámite está a cargo del juez riojano Daniel Herrera Piedrabuena y constituye una puja, por ahora irresuelta.

En el fallo de ayer, el tribunal hizo equilibrio entre los pedidos de la fiscalía y las querellas. Videla, Menéndez y la cadena de mandos inmediata recibieron perpetuas. Lo mismo que el núcleo duro que operó en el D2 de la policía provincial. En líneas generales el clima fue de satisfacción. Pudo verse a muchos ex presos fundirse en abrazos eternos con sus compañeros de celda. Era la primera condena que recibía Videla luego del Juicio a las Juntas.

La mayor sorpresa estuvo en las absoluciones, siete en total. Nadie esperaba tantas y mucho menos que una recayera sobre Osvaldo César Quiroga, un veterano de Malvinas que en 1976 integró una de las secciones del Regimiento de Infantería Aerotransportada II de Córdoba. En cumplimiento de una orden, el 12 de agosto de 1976 retiró a cuatro detenidos de la UP1. Los trasladó atados unos a otros, vendados los ojos y en el piso de un camión. Luego de una parada intermedia, fusilaron a Hugo Vaca Narvaja, Higinio Toranzo y Gustavo De Breuil. El cuarto era Eduardo De Breuil, hermano de Gustavo, a quien le hicieron ver los cuerpos rematados y lo regresaron a la cárcel. En su testimonio recordó que el oficial a cargo del operativo siempre fue el mismo. Quiroga dejó asentada su firma y se responsabilizó de sacar a estos detenidos. Por esta razón nadie comprendió la absolución y tanto la fiscalía como las querellas se mostraron disconformes en este punto, lo que hace presumir un planteo ante la Cámara de Casación.

Las calles
A partir de las tres de la tarde, organizaciones sociales, políticas, juveniles, sindicatos, murgas y ciudadanos de a pie se fueron arrimando al edificio de los tribunales federales. La convocatoria de los organismos de derechos humanos reunió cerca de mil personas, estimaron desde la Policía Federal. Poco antes de las cinco de la tarde se abrieron las puertas para que algunos ingresaran a colmar la sala de audiencias. El Premio Nobel de la Paz en 1980, Adolfo Pérez Esquivel, la rectora de la Universidad Nacional de Córdoba, Carolina Scotto, el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde, y el intendente de Córdoba, Daniel Giacomino, encabezaban la platea de personalidades presentes. El resto lo siguió por los parlantes y pantallas en la vereda, transpirando la gota gorda.

El tribunal marcó el criterio de revocar todas las prisiones domiciliarias y en los casos de enfermedad ordenó que una junta médica diagnosticara si el paciente puede cumplir la pena en la cárcel. En esta situación se encuentra Menéndez, entre otros.

Después de 34 años Videla sigue esmerado en mostrarse igual. Pero tal vez en algún rincón de su interior se encuentre con ese pasado que vuelve. Ahora, a su celda.
Extraído de:http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-159202-2010-12-23.html
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Generaciones de la democracia
Por Luis Bruschtein

Todo hubiera sido más fácil para esta sociedad si la primera condena a Videla hubiera permanecido en firme. Se hubieran ahorrado casi veinte años de frustraciones. Toda la marcha atrás a la que fue forzado Alfonsín y que profundizó por voluntad propia Carlos Menem y mantuvieron en forma inalterable los gobiernos de la Alianza y los sucesivos de postcrisis, hasta Duhalde, fue una manera de prolongar una situación injusta que sensibilizaba sobre todo a las generaciones de jóvenes que se sucedieron desde aquel momento. Nuevas generaciones de militantes de izquierda, de peronistas y radicales se foguearon en las marchas por Juicio y Castigo.

La condena a Videla resignifica a esta democracia. Es como si la volviera a bautizar. No podía concebirse una democracia con Videla en libertad. Esa carga simbólica se convertía en una carga de dinamita contra la idea de democracia. O de construcción de una democracia verdadera, en un país que casi no tenía experiencias democráticas genuinas. Es difícil de comprobar si, como afirmó Videla, Balbín le pidió el golpe. Pero en esa época, no solamente radicales, sino también peronistas y hasta socialistas y de otras corrientes políticas de izquierda y derecha participaban en las decisiones golpistas. Era una forma de hacer política, desde antes de que existiera la guerrilla. Hasta podría decirse que esa forma de hacer política tuvo mucho que ver con el crecimiento de la guerrilla. Para ser justos habría que decir que también había políticos, como el Alfonsín que llegó a diciembre de 1983, que no habían tenido esos manejos, pero eran una minoría.

En un sistema básicamente hipócrita, la última dictadura militar fue su emergente más ominoso. Se había forjado un camino que llevaba indefectiblemente a ese desenlace. En los demás países de América latina había procesos similares con diferencia de matices. En todos, las Fuerzas Armadas se habían convertido, desde casi principios del siglo XX, en la casta que tutelaba y aprisionaba el juego político. No había ninguna posibilidad de cambio democrático o de gobiernos populares y bajo ese esquema se formaron varias generaciones. Ese también fue un camino casi inexorable. La última generación que se formó bajo ese esquema tomó las armas para romperlo.

Esta vez hubo generaciones que se han formado durante veinte años bajo el signo de esa carga simbólica, en la que una fuerza inasible y suprademocrática impedía que fueran juzgados los torturadores y violadores de la dictadura. Con la condena a Videla y los demás juicios, estas generaciones pudieron llegar a un desenlace positivo de sus luchas y esperanzas.

Así, con las condenas y los juicios, estas generaciones se constituyen en generaciones de la democracia. Son el escalón que permitirá mejorar lo que hay y lograr una democracia superior. Porque con sus luchas, junto a los organismos de derechos humanos y con la decisión política del ex presidente Néstor Kirchner de anular la legislación de impunidad, ellos pudieron derrotar a esa sombra suprademocrática que hacía que la democracia no lo fuera tanto.

Los presidentes y los políticos que obstaculizaron estos juicios estaban diciendo que la democracia es esencialmente injusta, que los delitos más horribles que se cometen desde el poder no pueden ser juzgados por sociedades democráticas. Esos dirigentes que se rasgaban las vestiduras por la democracia fueron sus peores propagandistas. En el fondo, y al igual que la mayoría de los viejos políticos del siglo pasado, no fueron realmente democráticos y formaron generaciones iguales a ellos o, como la de los ’70, totalmente opuesta.

En este caso, la condena a Videla es mucho más que un hecho judicial. La poderosa carga simbólica que implica se proyecta sobre toda la sociedad como una reivindicación de la democracia, porque se logró en democracia. Y además se materializa como un gran acusador de los que todos estos años trataron de impedirla hipócritamente en nombre de una democracia en la que no creen.
Extraído de: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/159202-51095-2010-12-23.html

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