martes, 2 de marzo de 2010

Nieto número 101: el primero del bicentenario


La increíble sintonía de Abel y Francisco Madariaga



El último nieto recuperado por Abuelas no se despega de su padre. Estuvieron juntos en el noticiero de la televisión pública y la periodista que los entrevistó relata, emocionada, el momento que compartieron.
Francisco y Abel Madariaga entrevistados por Agustina Díaz y Alejandro Fabbri el miércoles 24 en Visión Siete.



Por Agustina Díaz
Periodista


Es el primer nieto del Bicentenario”. Con esa frase cargada de significado, Estela de Carlotto había anunciado en la conferencia de prensa del día anterior la recuperación de la identidad de Francisco Madariaga, hijo de Abel Madariaga, secretario de Abuelas de Plaza de Mayo. Las palabras de la presidenta de la organización habían sido emocionantes y todos los que participaron del acto habían llorado o contenido las lágrimas mientras los protagonistas hablaban. Por eso, no era una mañana más para los integrantes de Visión Siete en Contexto, el programa de la televisión pública en el que participo. En principio, el invitado era Abel pero, finalmente, los productores consiguieron que vinieran juntos, ya que desde que se encontraron juraron no separarse jamás. Cuando entré al estudio ya estaban los dos ahí: Francisco con una fotocopia de la cara de su mamá en las manos como única posesión, y esperaba sentado. Abel, de pie, conversaba con otras personas. Me sorprendió el parecido entre ellos: son iguales. Es lo primero que pensé al verlos. Las mismas ojeras, el mismo bigote, la misma nariz y, salvo por las canas del padre, el mismo pelo.“Mi actual esposa dice que Francisco es como un Abel de un cuarto de tamaño”, fue lo primero que dijo el papá, detrás de su panza generosa. Todos soltamos una carcajada. La necesitábamos con Alejandro Fabbri, mi compañero de conducción, porque desde que los saludamos nuestras gargantas estaban anudadas y era imposible desatarlas. El encuentro entre ellos es tan reciente y su presencia tan conmovedora que uno percibe, apenas los ve, que la historia está en carne viva. Y uno se conmueve y se mete de lleno en esa tragedia con final feliz. Imaginé cómo habrá sido atravesar el descubrimiento de la propia identidad, soportar la duda, como lo hizo Francisco durante más de diez años, y cómo había sufrido Abel esas tres décadas que buscó a su hijo desaparecido. Pero mientras trataba de hacerlo me di cuenta de que su drama fue tan profundo que es inimaginable. Sin embargo, ellos lo vivieron y lograron encontrarse para plagar a la historia argentina de optimismo.El hijo es de River y el padre es de Boca, una diferencia “insalvable” para muchos. Sin embargo, ya están viviendo juntos y hoy planearon un asado para que Francisco termine de conocer a la familia Madariaga Quintela. “Son un montón, están los hijos y la mujer de Abel, tengo tíos y primos por todos lados. Además están las abuelas a las que les agradezco por todo”, dice y se emociona aún más el nuevo nieto que ahora todas ellas tienen. Abel habla de festejar, de brindar, de celebrar, de brindar de nuevo, de disfrutar, de volver a brindar. Su hijo asiente con entusiasmo, se ríe de tantos brindis y mira al padre, contento y cómplice. “Estoy feliz con mi nueva familia”, dice con una sonrisa y un aplomo sorprendentes. “Siempre supe lo que pasó en el país. En los últimos años, cuando mi duda era muy fuerte, estoy seguro de que entré más veces a la página web de las Abuelas que a mi propio mail, pero me costaba dar el pasito final; hasta que lo hice. Durante toda la vida me inculcaron miedo a saber la verdad, pero mis amigos me dieron el empujón que me faltaba”, cuenta Francisco, que es malabarista y artista callejero.Su apropiador es Víctor Alejandro Gallo, ex oficial de inteligencia del Ejército que durante la dictadura integró el Batallón 601, que Francisco definió como “un hombre muy violento”, que hoy, por suerte, está detenido. En su prontuario constaba la participación en el robo a una financiera durante la década del ’80 y en la masacre de Benavides, en los ’90, donde fue asesinada toda una familia. Por ese hecho recibió una condena a diez años de prisión. La mujer, detenida hace poco por apropiación, lo había denunciado a Gallo por violento y se separó de él hace años. Y fue ella, cuando Francisco hacía rato que había iniciado la búsqueda de su origen, quien luego de quebrarse, le confesó al joven que Gallo lo había traído de Campo de Mayo en julio del 77. “Estabas abandonado ahí”, quiso hacer creer. Pero era mentira.Silvia Mónica Quintela era, como Abel, militante de Montoneros. Estudiaba Medicina en la UBA y con 28 años hacía la residencia como cirujana en el hospital municipal de Tigre, en enero de 1977, cuando un grupo de tareas la secuestró embarazada de cuatro meses. “La llevaron al centro clandestino de detención El Campito que funcionó en Campo de Mayo –relató Abel–. En junio la trasladaron al hospital militar central y le practicaron una cesárea, porque no esperaban el parto natural.
”Juan Carlos Cacho Scarpati, el sobreviviente que logró fugarse de Campo de Mayo, fue el que le contó a Abel lo que pasó para que pudiera buscar a su hijo. Estuvo secuestrado con Silvia y presenció la tarde en la que se la llevaron para que naciera Francisco, como ella decidió llamarlo porque así lo quería su compañero, Abel. “Fue un varón, se lo van a dar a mi mamá”, le confió Silvia a Juan Carlos la madrugada en que los militares la devolvieron a su lugar de detención. También, era una mentira.
Las abuelas del recién nacido, Ernestina Tina Dallasta de Quintela y Sara Elena de Madariaga, fueron las que iniciaron la búsqueda durante la dictadura. Lo hicieron contra el silencio oficial y cuando la noticia de la desaparición de Silvia y de tantos otros no aparecía en la tapa de los mismos diarios que esta semana le dedicaron un lugar en sus portadas al reencuentro entre los Madariaga.Después del secuestro de su mujer, Abel partió al exilio. Primero a Suecia y luego a México. Volvió al país en 1983, se puso al frente de la búsqueda de su hijo y desde entonces integra el colectivo de Abuelas. “La fuerza que ellas te dan es impresionante. Cada nieto que aparece es un triunfo del conjunto y es el nieto de todos. El último 31 de diciembre le dije a Estela: éste tiene que ser nuestro año. A mí se me dio; ahora tenemos que encontrar a Guido (su nieto) y a todos los demás”, se apresura Abel.Madariaga es el encargado en Abuelas de buscar las estrategias de comunicación que impacten en los chicos que dudan sobre su identidad, y lo hace con mucho éxito. Sobre todo, desde que comenzaron con las primeras acciones alternativas, como tener presencia en las canchas de fútbol “porque los pibes estaban ahí” o como convocar a personajes del rock y la cultura para que colaboren en las campañas. Abel habla con un cariño absoluto de sus compañeras “cuando vimos que a pesar de haber recuperado la democracia no se iba a poder resolver lo de los nietos una de las viejas me dijo algo que me quedó grabado para siempre. Cuando los chicos sean grandes nos van a buscar. Y eso está pasando. Desde que el Estado nacional tomó la apropiación de menores como una política pública, resolvimos más de treinta casos y creo que la aparición de Francisco va a servir para comenzar a cosechar más rápido lo que sembramos, porque estamos en época de cosecha” remata.Padre e hijo se conocieron la semana pasada en la casa de las Abuelas. Abel estaba de vacaciones y Estela, Claudia Carlotto y Cocó (encargada del departamento de genética de la asociación) fueron a buscarlo con la noticia. “Cuando las vi llegar a las tres brujas casi me muero, ‘me tocó a mí’, pensé de inmediato”, dice y vuelve a hacernos sonreír a Fabbri y a mí, con esa sonrisa que esconde la emoción contenida.Para Francisco, los últimos días fueron jornadas de profunda angustia. Hasta que, como él mismo explicó, pudo empezar a sentirse libre. Y lo logró cuando apenas se vieron. Se fundieron en un abrazo interminable, se apretaron, se acurrucaron, se reconocieron. Cuando el abrazo terminó, Francisco miró a todos los que los rodeaban, las abuelas y los otros nietos que lloraban de alegría alrededor, y apenas tuvo fuerzas para decir: “Gracias, gracias”. Cuando se repuso dijo algo más: “No pudieron”.

Comandante Cacho Scarpati
¡Con tu ejemplo a la Victoria!


Extraído de: Miradas al Sur

No hay comentarios: